El Síndrome del impostor

¿Qué tienen en común Michelle Obama, Kate Winslet y Neil Armstrong? Aparentemente nada, sin embargo, los tres han sufrido el denominado «síndrome del impostor».

El síndrome del impostor es un término que se utiliza para definir el sentimiento de las personas que, a pesar de tener una larga trayectoria de éxitos, tienen dificultad para reconocer su valía personal. Es decir, sienten que no son realmente merecedores de su éxito y que éste se debe a la suerte o la ayuda de otros, pero no a sus capacidades o esfuerzo.

En los últimos años, distintas personalidades, tanto de la política, el mundo empresarial, el cine, o la ciencia, han confesado haber sufrido este síndrome.

Una de los testimonios que más visibilidad tuvo fue el de Michel Obama que, en un discurso a unas estudiantes en riesgo de exclusión social en Londres, reconocía que «aún sufría el síndrome del impostor». Además de ella, actrices reconocidas como Kate Winslet, Emma Watson o Meryl Streap; personas del mundo empresarial como la directora de operaciones de Facebook, o el Ceo de Starbucks (Howard Schultz) e incluso el mismísimo Neil Armstrong, lo han padecido.

Cuenta el escritor Neil Gainman una anécdota en la que, en una convención de escritores, artistas, científicos y descubridores, encontró a Armstrong en una esquina. Cuando se acercó a hablar con él quedó sorprendido por su palabras: “Solo miro a estas personas y pienso, ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? Han hecho cosas increíbles. Yo simplemente fui donde me enviaron”. Así es, a pesar de ser ingeniero aeroespacial, piloto de guerra, profesor universitario y, por supuesto, el primer hombre en pisar la luna, se sentía un fraude.

Todas estas personas han contribuido a popularizar en los últimos años algo que las psciológas Pauline Clance y Suzane Imes descubrieron y denominaron por primera vez en 1978, y que a día de hoy se calcula que sufre aproximadamente un 70% de la población, especialmente en mujeres de estudios superiores.

La mayor prevalencia en mujeres, podría deberse a los estereotipos sexuales, como la idea de que las mujeres que llegan lejos profesionalmente deben su éxito a un «enchufe», un «padrino» o incluso al descuido otras áreas de su vida personal (maternidad, vida en pareja, etc.), algo que en los hombres ni se plantea.

¿Qué características tienen estas personas? ¿Es lo mismo que la baja autoestima?

Aunque puede compartir algunas características, este síndrome no es equivalente a una baja autoestima; podríamos decir que engloba esta característica, pero es más amplio. Estos son algunos de los rasgos más característicos de síndrome del impostor:

  • Sentimiento de mediocridad y fraude constante; de hecho, se llama también «síndrome del fraude».
  • Estilo atribucional característico: Atribuciones externas y temporales para los éxitos (suerte, azar, ayuda de los demás, etc.), y atribuciones internas y estables para los fracasos (falta de valía personal, etc.).
  • Los fallos o errores son utilizados como confirmación de esta falta de valía.
  • Son personas muy perfeccionistas, autoexigentes y con mucho miedo al fracaso.
  • Dificultad para admitir el elogio: se suelen sentir incómodas cuando alguien les hace un cumplido, y tratan de restarle importancia.
  • Diferente al llamado “pesimismo defensivo”, en el que la persona prefiere ponerse en lo peor ante una situación incierta, para no sufrir decepciones. En este caso se produce una verdadera confusión del autoconcepto, estando convencidos de que no valen lo suficiente.
  • Suele ocultarse, bien por falta de conciencia del problema o por un miedo exacerbado a que los de alrededor se enteren de que no valen y hacer el ridículo.

Causas:

Parece que detrás de este problema se esconden factores como una elevada autoexigencia y perfeccionismo.

En algunas ocasiones esta autoexigencia es debida a la existencia de referentes o modelos poco realistas que además se perciben de forma sesgada (es decir, nos fijamos solo en lo bueno, en el éxito etc., de esos modelos, pero no en los fallos).

Esto se ve acentuado por el estereotipo de imagen ideal, e irreal, de perfección, que aportan las redes sociales.

Influyen también las pautas de crianza excesivamente exigentes, y la dificultad de algunos padres para reforzar positivamente los logros de sus hijos en aras de la humildad o la autosuperación.

Consecuencias:

Además del sufrimiento que provoca, este síndrome tiene consecuencias sobre la trayectoria profesional y personal, pues si bien es algo que se describe sobre todo en el terreno profesional, también afecta a las relaciones personales.

En el ámbito profesional la falta de confianza en las propias habilidades puede desembocar en un miedo a emprender nuevos proyectos o aceptar ascensos, pues las expectativas de fracaso les impiden progresar y a la larga conduce a una pérdida de oportunidades y a un enterramiento profesional. En los casos en los que dicho ascenso se acepta, suele generar un miedo intenso a fallar y que el entorno descubra que no eran merecedores del mismo, lo que les lleva a un esfuerzo por el trabajo mayor del normal, lo que se conoce con el término inglés «overgiving» y que suele conducir al ya conocido «síndrome de burnout» (estar quemado en el trabajo).

En el terreno personal, puede afectar a las relaciones de pareja, amistad, etc. Así, por ejemplo, estas personas podrían sentir que no son merecedoras de la pareja que tienen, percibiéndola como muy superior a ellos, lo que llevaría a concesiones excesivas o incluso a conductas sumisas.

Todo esto, suele generar emociones negativas, sentimientos de ansiedad y estados depresivos que, a menudo, son el motivo por el que los pacientes acuden en busca de ayuda.