La depresión

«Estoy depre»… una de las expresiones de la psicología más utilizada en la jerga popular, aunque en realidad haga referencia a estado transitorios de ánimo bajo que realmente no suponen un trastorno depresivo.

Sin embargo, la depresión es mucho más frecuente de lo que pensamos. Es un problema que afecta a 350 millones de personas en el mundo y repercute en muchos aspectos de la sociedad. Genera rupturas matrimoniales, problemas familiares, y en el terreno económico, produce un descenso de productividad de aproximadamente 1150 millones de dólares de pérdidas. Tanto es así, que la OMS lleva tiempo diciendo que en 2030 la depresión será la primera causa de discapacidad entre jóvenes y adultos.

Y si bien es cierto que hay que diferenciar entre los sentimientos de tristeza o apatía puntuales y normales en la vida de cualquiera, y el trastorno depresivo, hay algunos síntomas sutiles que pueden estar avisando de una depresión incipiente.

¿Cuáles son los síntomas de la depresión?

La depresión se asocia generalmente a los sentimientos de tristeza, melancolía, abatimiento, etc. Pero estos no son los únicos síntomas. La apatía, la la anhedonia o pérdida de sensación de placer por actividades con las que antes se disfrutaba, la irritabilidad, las alteraciones en el sueño y la alimentación (a veces por defecto y otras por exceso), son también síntomas que deben hacernos sospechar un episodio depresivo.

A veces, estos síntomas vienen acompañados de problemas de concentración o enlentecimiento psíquico y motor, lo que puede alarmar a algunas personas que temen, erróneamente, poder estar ante el inicio de un proceso neurodegenerativo.

En contra de lo que se suele creer, los niños también pueden sufrir episodios depresivos, y en este caso las características pueden ser algo diferentes a las de los adultos, mostrándose más irritables y desobedientes, o sufriendo un descenso en su rendimiento escolar.

¿Por qué se produce la depresión?

Los factores que producen la depresión son variados.

Aparentemente, lo habitual es que se deba a la ocurrencia de algún factor ambiental adverso que la persona no puede encajar, como la pérdida de empleo, el duelo por un ser querido, un divorcio, un problema familiar, la emancipación de los hijos, etc.

Sin embargo, en algunos casos el origen es de tipo biológico, incluso genético, produciéndose una alteración en el complejo sistema de neurotrasmisión cerebral. En estos casos, suele existir una correlación entre las alteraciones hormonales del ciclo menstrual o los cambios de estación y el empeoramiento de los síntomas.

En otros casos puede deberse a alteraciones orgánicas derivadas del consumo prolongado de alcohol o de drogas.

Desde el punto de vista psicológico, podemos detectar un sistema cognitivo que predice la vulnerabilidad a sufrir un trastorno depresivo. Es lo que llamamos la «triada cognitiva de la depresión de Beck». Ésta, consiste en la presencia de esquemas de pensamiento negativos en relación a 3 esferas: A uno mismo, al mundo y al futuro. Estos esquemas se activan en distintas situaciones, haciendo que la persona interprete los sucesos que le ocurren de forma que genera emociones negativas.

¿Cómo tratarlo?

Lo más adecuado es que el tratamiento de la depresión sea multidisciplinar.

Desde el punto de vista psicológico, se trabaja a través de la terapia cognitivo conductual modificando los sesgos cognitivos existentes, y aportando pautas que ayuden a la persona a retomar su nivel de actividad poco a poco.

En muchas ocasiones es necesario un apoyo farmacológico, especialmente cuando existe un componente endógeno, pero también como apoyo para que la persona se sienta capaz de iniciar los primeros pasos para su recuperación.

El apoyo familiar será también fundamental. En algunos casos haciendo de soporte para la persona deprimida, y en otros a través de la contención en caso de que irrumpan pensamientos sobre suicidio.

Es importante saber que, incluso en los casos más recurrentes, es un problema que tiene solución y debe ser tratado por especialistas.